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A
35 AÑOS DE “ARTAUD”
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En estas semanas se cumplen 35 años de
la edición de uno de los mejores discos (para unos cuantos, el mejor disco) de la historia del rock argentino.
Pero en junio de 1973, esto aún no era evidente, y en todo caso, las preocupaciones de Spinetta eran más inmediatas. Durante el verano había sido editado "Pescado II", un brillante disco doble de su banda Pescado Rabioso, pero la alegría había durado poco: primero, la íntima amistad y colaboración artística de Luis con el bajista y ocasional cantante y compositor del grupo, David Lebón, había quedado algo relegada cuando éste comenzó una relación sentimental muy profunda con Liliana Lagardé. Luego, hubo planteos de Lebón acerca del espacio que tenía dentro de la banda, y por último, una presión de éste y los otros integrantes, el tecladista Carlos Cutaia y el baterista Black Amaya, por adoptar un rumbo musical más próximo a la ortodoxia rockera del momento, expresada por bandas como Billy Bond & La Pesada del Rock & Roll, Pappo's Blues y Vox Dei: rock cuadrado y blues. Los músicos se fueron uno tras otro, y Luis terminó quedándose solo. De esa soledad y de la sensación de claustrofobia despertada por un rock y una sociedad que asfixiaba a las almas libres saldría "Artaud".
El nombre del disco hace referencia a una de las principales influencias que Spinetta tenía en ese momento, el célebre poeta surrealista francés Antonin Artaud (imagen) nacido en 1895 y muerto en 1948, y en especial, dos de sus obras, "Heliogábalo" y "Van Gogh, el suicidado por la sociedad". Por la lectura de esta última Spinetta llegaría a la otra gran influencia: un libro que recopilaba las cartas que el artista holandés Vincent Van Gogh (1853-1890) dirigiera a su hermano Theo. Ambas influencias se revelarían decisivas.
Para Artaud (y para Heliogábalo y Van Gogh según el análisis de Artaud) el nihilismo y la locura eran salidas válidas ante la hostilidad de una sociedad deshumanizada, enamorada de sus cadenas y de su uniformidad. Spinetta tomó de él la radicalidad de su ansia de liberación de esas cadenas y de esa uniformidad, pero la llevó en otra dirección: si para Artaud la locura es una salida, para Spinetta es una cárcel más, y la única salida es, en un eco de John Lennon, el amor. Si Artaud va más allá de todo convencionalismo en su búsqueda de la libertad creativa y existencial, "Artaud" se atreve a ir más allá del rock y hasta más allá del ejemplo y las ideas del propio Artaud. "No estoy atado a ningún sueño ya", canta Spinetta en "Las habladurías del mundo", uno de los temas del disco: ni siquiera está atado al sueño que inspirara estos sueños.
Esa ruptura se expresa desde el vamos, desde el arte de tapa, que trasciende el hecho de ser una mera y funcional "cubierta" para un mero "disco" de mera "música". La “tapa deformé", según la llamara Luis, es obra del diseñador Juan Oreste Gatti, siguiendo un boceto del propio Spinetta. Su forma irregular, sólo aproximadamente trapezoidal, generó una larga serie de peleas con el presidente del sello Microfón, el legendario Mario Kaminsky, que se negaba a editar algo semejante, que hasta parecía resistirse a acomodarse en las bateas de las disquerías.
Esa "tapa deformé" borra las distinciones entre forma y contenido. No es una tapa que contiene un mensaje rupturista: la tapa ya es una ruptura, una denuncia del callado y casi imperceptible acatamiento a los moldes de la industria. El propio rock que entonces imperaba, lleno de fuerza y vitalidad pero algo basto y hasta elemental, solía ser llamado "rock cuadrado": ya desde la forma anómala de la tapa, "Artaud" le subía la apuesta en cuanto a rebeldía y apertura mental.
La elección de los colores no es casual: la asociación entre el color amarillo y la “descomposición” y el verde y la “resurrección” había sido apuntada por Antonin Artaud en una carta dirigida en 1937 a Jean Paulhan, citada en el sobre interno del disco. "Artaud" era, entonces, tanto la descomposición final de un proceso como el comienzo de otro. El final de una época de Luis marcada por la separación de Almendra, la separación de su gran amor Cristina Bustamante, el consumo de drogas pesadas, las limitaciones del ambiente del rock, los manejos turbios de la industria discográfica, la censura, la represión policial, la violencia de la realidad argentina; el comienzo de una época que apostaba a despojarse de todo ese lastre y levantar las banderas del amor y de la creatividad.
La grabación del disco se realizó en los estudios Phonalex, bajo la mirada del técnico Norberto Orleac. Spinetta, decidido a mostrar que Pescado Rabioso era él, grabó todas las guitarras y todas las voces, además del piano que se escucha en "A Starosta el idiota". Sólo admitió que lo acompañaran, en algunas canciones, personas de su más íntima confianza, como dos de sus ex compañeros de Almendra, Emilio del Guercio y Rodolfo García, así como Gustavo Spinetta, quien recién estaba comenzando a aprender a tocar la batería. El sonido del disco parece sugerir, por cierto, que fue grabado en un ambiente intimista, y ayuda a darle un acabado artesanal, como de orfebre, en las antípodas del sonido de línea de montaje industrial de la música abaratada para consumo masivo.
El tema acústico de apertura, “Todas las hojas son del viento”, aborda la cuestión de la paternidad (un universo que los rockeros, por razones generacionales, recién estaban descubriendo) y cómo ese universo imponía un límite a la experiencia con drogas. La idea del tema había surgido en un encuentro de Luis con la inspiradora de temas como "Muchacha" y "Blues de Cris", su ex novia Cristina, entonces en pareja con otro hombre, y con dudas acerca de si llevar a término o no su embarazo.
La extraña belleza de “A Starosta el idiota” parece ser una respuesta a Artaud en el sentido que ya apuntáramos: el camino de ruptura con las tendencias deshumanizadoras del medio social no pasa por la locura; en todo caso, lleva hasta este lado de la locura, no más allá. En "Por", compuesta bajo la inspiración de un nuevo amor, Patricia, futura esposa y madre de sus hijos, Spinetta lleva su liberación de los límites impuestos a la expresividad hasta el campo de la sintaxis: su letra está compuesta por palabras sueltas, enhebradas por su sonoridad y su melodismo, hasta una sugerente culminación que, como diría Jorge Luis Borges del hecho artístico, indica la inminencia de una revelación que en definitiva no se produce ("clavo, coito, Dios, temor, mujer, por").
Siguen canciones superlativas como “Superchería”, “Bajan”, “La sed verdadera”, “Cementerio club”, "Las habladurías del mundo” (con su autoinvitación a arrojar el lastre del "qué dirán"). Hasta aquí estaríamos en presencia de un gran disco, pero falta un tema, el tema que pone a "Artaud" en otra dimensión: “Cantata de puentes amarillos”. Su duración (9:12) y su forma rapsódica, modular, ajena a toda estructura de verso y estribillo, abandona el sempiterno molde de la canción pensada para difusión radial y se aventura en terreno inexplorado. Sus extrañas imágenes están sacadas de las citadas cartas de Vincent Van Gogh a su hermano Theo, y como en buena parte de la poética spinettiana, el hilo conductor es la música verbal, la sonoridad de las palabras, interrumpido cada tanto por frases que suenan como revelaciones provenientes de una iluminación mística: “todo camino puede andar / Todo puede andar / Con esta sangre alrededor / no sé que puedo yo mirar / La sangre ríe idiota / como esta canción / ¿y ante quién?”. O “en el mar naufragó / una balsa que nunca zarpó”. O “las almas repudian todo encierro / las cruces dejaron de llover”. O “ya no poses, nena / todo eso es en vano / como no dormir”. O el celebrado epigrama “aunque me fuercen yo nunca voy a decir / que todo el tiempo por pasado fue mejor / mañana es mejor”.
El disco tuvo la virtud adicional de despertar un nuevo interés en la obra del viejo surrealista francés que lo había inspirado. "Artaud" fue presentado en octubre de 1973, en unos recordados shows en el Teatro Astral de Buenos Aires, que merecen un párrafo aparte. Al ingresar, al público se le entregaba un manifiesto titulado “Rock: música dura, suicidada por la sociedad”, inspirado en lecturas de Artaud y Nietzsche, que profundizaba algunas de las ideas expresadas en las canciones. La espera fue acompañada con la proyección de cortometrajes de Hidalgo Boragno y partes de filmes anteriores al cine sonoro como “El gabinete del doctor Caligari” y “El perro andaluz”, musicalizados con “Dark side of the Moon” de Pink Floyd, "War heroes" de Jimi Hendrix y “Pompa y circunstancia” de Edward Elgar.
"Recuerda que un guerrero no detiene jamás su marcha" afirma Spinetta en un tema posterior, "Dale gracias". Apenas un mes después de los recitales de presentación de "Artaud", el guerrero ya estaba presentando una nueva banda con nuevo material, Invisible. Pero ésa es otra historia.
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