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A TREINTA Y CINCO AÑOS DE LA MUERTE DE PERÓN - PARTE III DE III

Juan Domingo Perón es, aún para quienes abominan de él, la figura central de la política argentina del siglo XX. Ningún otro líder político ha generado más amor ni más odio; ninguno ha desatado pasiones más duraderas; ninguno está más presente en el debate político de las décadas posteriores a su muerte; ninguno ha generado opiniones tan contradictorias ni tan vehementes. La siguiente nota pretende abordar la vida de Perón en treinta y tres viñetas, desde diferentes ángulos y puntos de vista. (En coautoría con Patricio Flores). [Publicado originalmente en octubre de 2009 en Televicio Webzine].

“El peronismo es un gran relato trágico porque creo en que en algún punto todos tienen razón. En el sentido en que Hegel dice que la tragedia no es lo bueno contra lo malo, lo justo contra lo injusto, sino lo justo contra lo justo”. José Pablo Feinmann, La política argentina de hoy está llena de odio. Página/12, domingo 15 de marzo de 2009.

(Viene de aquí)

23 EL REGRESO DE PERÓN

Durante años se habló tanto del regreso de Perón que, cuando se lo anunció, el miércoles 15 de noviembre, muchos dudaron de que fuera cierto. Pero lo era: el general retornaba desde Roma en el DC 8 que Alitalia usualmente alquilaba al Vaticano para los viajes del Papa. En el avión viajaban grandes figuras de la política, la cultura y el deporte (la lista completa puede leerse aquí): era una manera de proteger al ex presidente, ya que corría el rumor de que el aparato podía llegar a ser derribado por los sectores antiperonistas de la Aviación Naval o la Fuerza Aérea.

La CGT declaró un paro general para el día del arribo, el viernes 17, mientras la dictadura de Lanusse ocupaba militarmente las calles de Buenos Aires. El avión tocó tierra a las 11 y 20 de un día lluvioso: el secretario general de la citada CGT, José Ignacio Rucci, protegió a Perón con su paraguas, generando la imagen más recordada de la jornada. [Abajo a la derecha].

Perón estuvo todo ese día virtualmente prisionero en el Hotel Internacional del Aeropuerto de Ezeiza, hasta que el gobierno militar no tuvo más remedio que dejarlo ir a su residencia de la calle Gaspar Campos, en la localidad de Vicente López. En dicha casa, Perón recibió frecuentes visitas de dirigentes políticos y gremiales (la más importante, claramente, la del líder radical y antiguo y fiero adversario Ricardo Balbín el día 19) así como el saludo de las multitudes (hay una excelente crónica de esos días en “Artistas, locos y criminales”, una recopilación de los artículos que Osvaldo Soriano escribiera por aquellos años en el legendario periódico La Opinión. Otro recuerdo atravesado de reflexiones sobre el momento político, aquí).

Perón se quedó en el país alrededor de un mes, pero antes de volverse a Madrid (previa visita a Paraguay) hizo designar por el congreso del justicialismo a la fórmula presidencial para los comicios de marzo de 1973: un viejo burócrata de los años de oro reconvertido en abanderado de los jóvenes de izquierda, Héctor Cámpora, y un antiguo opositor y líder de una escisión del conservadorismo, Vicente Solano Lima. (Lanusse había dictado una cláusula por la cual sólo podía ser candidato a la presidencia alguien que tuviera residencia en el país al 25 de agosto de 1972. ¡Sólo le faltó ponerle el nombre de Perón! Éste, además, todavía no estaba muy seguro de volver a ser presidente: véase más adelante). El clima del congreso fue extremadamente tenso, llegándose a temer un enfrentamiento armado entre los paradójicos defensores del “dedazo” de Perón ( la Tendencia Revolucionaria, organización afín a Montoneros) y los no menos paradójicos rebeldes, los dirigentes gremiales que, como Rucci, hacían un culto de la “lealtad a Perón”. En esa elección, el líder demostraba saber leer la realidad del momento y apostaba a subirse a una ola que, a fines de 1972, parecía imparable. Pero aquí necesitamos hacer una recapitulación.

 24 PERÓN Y  LA GUERRILLA

Hasta bien entrada la década del ’60, la izquierda juzgaba muy negativamente la experiencia peronista: hay que esperar hasta que la discusión de la Revolución Cubana y de las luchas antiimperialistas de Argelia y Vietnam, así como el obtuso filofranquismo de la dictadura del general Juan Carlos Onganía, la llevaran a pensar que, si el socialismo pasaba por acercarse a las masas trabajadoras y éstas eran abrumadoramente peronistas, ello obligaba a aproximarse de otra manera al régimen  derrocado en 1955. Esta reevaluación terminó generando un movimiento muy rico, así como contradictorio al borde del oxímoron: el de la izquierda peronista.

Sin embargo, el sector más radical de dicho movimiento registró una evolución ideológica mucho más tortuosa: de un nacionalismo católico autoritario y cargado de antisemitismo pasó, vía los grupos cristianos de base como el del padre Carlos Mugica, a la reivindicación armada de un peronismo teñido de marxismo. En general se trataba de jóvenes con un origen social de clase media alta o alta, y el que levantaran las banderas de la clase obrera sin pertenecer a ella no debería ser, para nada, un detalle menor al momento de analizar sus futuros (frecuentes,  trágicos) errores estratégicos. Muchos eran hijos de furiosos antiperonistas, y aquí uno siente la tentación de incorporar un ingrediente psicológico de desafío al mundo paterno, aceptable siempre que uno no lo crea la explicación absoluta del fenómeno.  

La opción por la lucha armada es imposible de entender sin tener en cuenta el contexto: la penosa dictadura de Onganía había clausurado cualquier posibilidad de cambio por vía democrática. El propio sistema democrático y republicano sufría un profundo desprestigio por esa época: ¿qué clase de democracia era la de 1958-1962 o 1963-1966, en la que se proscribía al partido mayoritario y se declaraba anatema el nombre de su líder, se amparaba a los culpables de los crímenes de 1955 y 1956 o se escamoteaba el cadáver de una líder política y nadie se hacía cargo? En cambio, la Revolución Cubana había demostrado que un pequeño pero decidido grupo de insurgentes podía soliviantar a todo un pueblo, derribar a una dictadura, enfrentar la hostilidad de la principal potencia capitalista, crear una sociedad nueva sobre la base del socialismo. Sobre todo, se admiraba profundamente el mito romántico del Che Guevara: tal vez sería más correcto decir que en la juventud hiperpolitizada de entonces, más que una opción por la lucha armada, existía un enamoramiento con ella. Las consecuencias se comenzarían a sentir a partir de 1973.

La radicalización se aceleró tras el Cordobazo de mayo de 1969 y desembocó en el secuestro y muerte de Pedro Eugenio Aramburu por el grupo Montoneros un año después. Para 1971 se habían sumado otras organizaciones, como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) que, a diferencia de Montoneros, era ortodoxamente marxista y siempre mantuvo una relación distante con el peronismo. (Un sector que estaba en desacuerdo con esta postura se separó a comienzos de 1973, formando el ERP 22 de Agosto. Uno de sus líderes, Joe Baxter, es probablemente uno de los personajes más extraordinarios de una época extraordinaria).   

Perón no indujo este proceso, ni lo dirigió, pero aprovechó las “formaciones especiales” para presionar a los círculos de poder con el propósito de cumplir sus propios fines. (La megalomanía de Perón jugó un papel fundamental aquí: sólo alguien que se siente omnipotente podía creerse capaz de controlar las contradicciones que se estaban incubando). Para 1972, estaba claro que las únicas alternativas que le quedaban al poder eran pactar (expresa o tácitamente) con Perón o desatar un baño de sangre. En ese momento triunfó la primera opción: Perón pudo retornar al país en noviembre de 1972, y en marzo de 1973, el candidato peronista, Héctor Cámpora, triunfó en las elecciones presidenciales.

Para cuando Cámpora asumió la presidencia, el 25 de mayo de 1973, las contradicciones internas del peronismo estaban a punto de estallar. Montoneros no aceptó encuadrarse en un proyecto que no iba a liderar, quiso discutirle el poder a Perón, y éste decidió apoyarse en la dirigencia sindical y en los sectores más reaccionarios del movimiento para disciplinar al grupo, y con él, a toda la rebelde izquierda peronista, fuera partidaria de la lucha armada o no. La primera demostración fue la cacería de izquierdistas que las patotas de la derecha del movimiento desataron en Ezeiza, en ocasión del regreso definitivo de Perón a su tierra, el 20 de junio de 1973. La segunda, las renuncias de Cámpora, el vicepresidente Solano Lima y el presidente provisional del Senado, Díaz Bialet, el 13 julio, que terminaron encumbrando al presidente de la Cámara de Diputados, Raúl Lastiri. Lastiri era el yerno de López Rega, y gobernaría el país hasta unas nuevas elecciones presidenciales en setiembre. Esta vez Perón sería candidato.

Unos meses después, Perón confiaría a uno de sus médicos, el doctor Seara: "mire doctor, mire lo que es la vida. Yo no vine aquí a ser presidente, vine a residir en la Argentina, ser figura de consulta, vivir tranquilo, ser referente y ocuparme de la macropolítica, y que Cámpora gobernara. Ahí seguí el consejo de Evita, que siempre me decía que Cámpora era la persona más leal que teníamos. Pero fíjese lo que pasó, Cámpora se dejó copar por los zurdos. Así que yo, que no vine a ser presidente, ahora tengo que hacerme cargo de este quilombo". (Pacho O’Donnell, op. cit.).

Entre la masacre de Ezeiza y la renuncia de Cámpora se producen dos hechos importantes en países vecinos: el 27 de junio, el presidente uruguayo Bordaberry disuelve el Congreso y comienza a gobernar apoyado en las fuerzas armadas; el 29, fracasa un golpe de estado contra el presidente chileno Allende (el “Tanquetazo”). El clima de época es claramente otro. Perón obtendría un triunfo aplastante en las elecciones de setiembre: nada menos que el 62 % de los votos. Unos pocos días antes, el ERP había lanzado un sangriento intento de copamiento del Comando de Sanidad del Ejército; por su parte, Montoneros respondería al masivo respaldo popular a Perón, dos días después de las elecciones, con el asesinato de José Ignacio Rucci, del que puede decirse, como afirmara Antoine Boulay del asesinato del duque de Enghien en 1804, que fue algo todavía peor que un crimen: fue un error. Enfureció a Perón y entristeció incluso a militantes que abominaban del antimarxismo simplote del líder de la CGT, pero respetaban su compromiso con el líder justicialista. Cuando, en enero de 1974, el ERP atacara los cuarteles del Ejército en Azul, Perón perdió la paciencia: obligó a renunciar a todos los gobernadores cercanos a la izquierda peronista (entre ellos, el de Buenos Aires, Bidegain) y endureció la legislación antiterrorista. La famosa retirada de los Montoneros de la Plaza de Mayo, en el acto del 1º de mayo de 1974, señaló la ruptura total: meses después, con Perón ya muerto, la organización incluso decidiría pasar a la clandestinidad. Para ese entonces, las clases dirigentes ya habían decidido aplicar la alternativa descartada en 1972: sólo era cuestión  de tiempo.

Lecturas recomendadas: “Perón”, Norberto Galasso (tomo 2). “Peronismo: filosofía política de una obstinación argentina”, José Pablo Feinmann (capítulo 33 en adelante). “Ezeiza”, Horacio Verbitsky. “El gobierno peronista 1973-1976: los Montoneros” (partes 1 a 3), Norberto Ivancich y Mario Wainfeld, Revista Unidos, 1983-85. “La excepcionalidad de 1973: el antagonismo nacional al desnudo”, artículo del blogger Luciano publicado el 25 de noviembre de 2008 y subsecuente discusión en el blog Artepolítica.com.

 25 PERÓN, LA LOGIA P2 Y LA TRIPLE A

A comienzos de los ’70, la Iglesia se convenció de que la única manera de evitar que la Argentina girase violentamente a la izquierda era admitir el mal menor: el regreso de Perón. Éste, por su parte, estaba interesado en un acuerdo: deseaba que se le levantara la excomunión que pesaba sobre él desde los fatídicos episodios de junio de 1955. Las gestiones las llevaron adelante dos personajes oscuros, con antecedentes que iban desde la militancia en el fascismo hasta nexos con la mafia y la CIA: Giancarlo Valori y Licio Gelli. Este último, sobre todo, disponía de una impresionante red de contactos en el mundillo de la política y los negocios de Italia, así como en el Vaticano, y pronto se hizo un lugar en la corte de los milagros de Puerta de Hierro, en la que, por cierto, un Jorge Antonio parecía un socialdemócrata belga: Perón, Isabel y López Rega solían departir amablemente con ex militantes ustashas como Milo de Bogetich, funcionarios franquistas como Enrique Herrera Marín o torturadores filonazis como el teniente coronel Jorge Osinde. Gelli trabó relación con Perón pero, especialmente, con López Rega, a quien afilió a una siniestra organización secreta llamada Logia Propaganda Due (P2) de la que era su líder. (Gelli ha dicho que también afilió a Perón, pero esta afirmación carece de confirmación independiente). Una vez producido el regreso de Perón, Gelli comenzó a introducirse en los círculos de poder de Buenos Aires, con vistas a extender sus negocios a todo el Cono Sur. Pronto incorporaría a la P2 a dos ambiciosos jefes militares, que con los años se ganarían una siniestra fama: el almirante Emilio Massera y el general Guillermo Suárez Mason. [Derecha: Perón condecorando a Licio Gelli, 19 de octubre de 1973].

Es en este marco en el que hace su aparición la Alianza Anticomunista Argentina, comúnmente llamada la Triple A o las Tres A. Cabe aclarar que nunca tuvo una estructura demasiado formal: el núcleo era la banda de matones de López Rega, Felipe Romeo y Rodolfo Almirón, pero la sigla fue utilizada también por los “grupos de tareas” de las Fuerzas Armadas y de seguridad y por patotas al servicio de algunos líderes sindicales rabiosamente anticomunistas, sin relación directa con López Rega y hasta enfrentados con él, como se vería en julio de 1975. El primer hecho de violencia reivindicado por la Triple A fue el atentado al senador radical y abogado de presos políticos Hipólito Solari Yrigoyen, en noviembre de 1973, aunque entonces se usó un nombre ligeramente diferente (Alianza Antiimperialista Argentina): siempre se ha sospechado que este atentado fue obra de la “rama sindical” de la Triple A. El hecho que se reconoce como el comienzo de la actividad de las Tres A es el asesinato del padre Carlos Mujica, el 11 de mayo de 1974, pocas semanas antes de la muerte de Perón. Su apogeo se produciría con posterioridad a su deceso, y serviría como ensayo general para el terrorismo de Estado que se instrumentaría a partir del golpe de estado del 24 de marzo de 1976.  

¿Es razonable pensar que la Triple A se montó en las narices de Perón y él no lo sabía? ¿Es razonable pensarlo, siendo que fue él quien nombró a dos de sus cerebros, a López Rega como Ministro de Bienestar Social y al tenebroso comisario Alberto Villar como Jefe de la Policía Federal? Es difícil dar una respuesta concluyente, porque si hubo una orden o autorización (expresa o tácita) difícilmente se haya hecho por escrito, y la mayoría de quienes podrían confirmarlo o negarlo han muerto, con la excepción de la viuda y sucesora de Perón, Isabel, de quien igualmente es improbable esperar testimonio alguno. Ante todo, cabe descartar (como se amplía en la siguiente viñeta) que Perón tuviera problemas de salud tan graves que le impidieran ser consciente de sus actos: según sus médicos, estuvo perfectamente lúcido hasta el mismísimo día de su muerte.

Se suele mencionar una reunión en la que se le habrían proyectado a Perón unas imágenes de supuestos subversivos a quienes se debería ejecutar, pero el relato de la misma es, en el mejor de los casos, ambiguo. Se suelen mencionar también algunas referencias suyas a la necesidad de contar con un “Somatén” (un organismo paramilitar falangista) o algunas frases sueltas de cariz sumamente amenazador (otro ejemplo, aquí). Empero, todas estas referencias parecen pintar a un militar defensor del empleo táctico y limitado de la violencia, y no a un matarife al estilo de los que prosperaron durante el triste gobierno de su viuda y, todavía en un grado mayor, a partir de marzo de 1976.

En todo caso, si no es posible afirmar sin sombra de duda que fue el ideólogo de la banda, sí puede decirse que, dado que la Triple A fue organizada por una persona de su más absoluta confianza, Perón es el responsable final de sus sangrientas acciones.      

Lecturas recomendadas: “López Rega. La biografía”, Marcelo Larraquy.Kunkel: "Perón ni remotamente tuvo que ver con la Triple A; Isabel, no creo", reportaje de Alberto Amato y Walter Curia a Carlos Kunkel, Clarín, 24 de enero de 2007. “Juan Perón y el origen de la banda de ultraderecha”, Alberto Amato, Clarín, 11 de febrero de 2007. “Por primera vez Licio Gelli revela cómo inició a Perón en la masonería”, Damián Nabot, Perfil, 31 de agosto de 2008.

 26 LA SALUD DE PERÓN EN SUS ÚLTIMOS MESES

A poco de volver a Argentina, el 26 de junio de 1973, Perón sufrió una isquemia coronaria, que obligó a sus médicos (los doctores Pedro Cossio y Jorge Taiana – padre del actual canciller) a prescribirle reposo absoluto. Ya siendo nuevamente presidente, en la madrugada del 20 de noviembre, sufrió en su quinta de Gaspar Campos un edema agudo de pulmón debido a una insuficiencia cardíaca, emergencia que apenas pudo superar gracias a la asistencia de un oftalmólogo vecino y de un médico de guardia traído a las apuradas por su custodia. Los daños causados por ese colapso fueron irreparables, y aceleraron la decadencia física del presidente. Cuando el 1º de enero siguiente Perón volvió a sufrir trastornos de importancia, sus médicos se impusieron a la terca e ignorante negativa de José López Rega y lograron que Perón se mudara a la residencia presidencial de Olivos, donde se montó una guardia permanente del equipo cardiológico del Hospital Italiano, encabezada por el doctor Domingo Liotta e integrada por los doctores Alberto Tamashiro, Ángel Carlos Scandroglio, Guillermo Elizalde, Arturo Miguel Cagide, Carlos Garbelino Raúl Luis Cermesoni y Carlos Seara.

Este último afirmó posteriormente que, cuando vio la historia clínica de Perón, le pareció “un libro. Básicamente había una serie de combinaciones funestas: enfisema, insuficiencia cardíaca, cardioesclerosis, insuficiencia renal leve. Aún si no le hubiera tocado gobernar, seguramente sólo hubiera vivido uno o dos años más” (Pacho O’Donnell, op. cit.). La estación porteña de la CIA informó a sus superiores algo similar, según recoge Joseph Page en “Perón. Una biografía”.

Seara se preocupa en afirmar, sin embargo, que todos estos problemas de salud no afectaron la lucidez de Perón, una cuestión que resulta de capital importancia cuando se debate su responsabilidad en la aparición de la Triple A: “fue muy comentado el hecho de que López Rega manejaba las riendas del poder tras bambalinas. A mí no me pareció, yo pienso que finalmente Perón era el que lo ejercía, pero a costa de su salud”. El doctor Cossio confirma que ‘Perón estuvo bien lúcido y fue coherente con sus ideas hasta último momento (…) Perón era el que tomaba las decisiones, y a López Rega le dejaba el rol de ejecutor’”. (Hugo Gambini, “Historia del Peronismo. Volumen III: 1956-1983. La violencia). (Por cierto, y conociendo lo que sucedió tras la muerte de Perón, el que le asignara a El Brujo el rol de “ejecutor” - ¡ah, la polisemia! - hace correr frío por la espalda…).

Por el contrario, Marcelo Larraquy cuenta en su biografía homónima de López Rega que Perón solía ser fácilmente manipulado por la pérfida dupla de su esposa y su secretario: “cuando Isabel y López Rega se enojaban por algún motivo con Perón, no tenían reparos en demostrárselos. Y lo golpeaban en su punto más débil: la soledad. Lo dejaban comiendo soo a la hora de la cena, para que sintiera el peso de sus ausencias, y ellos se encerraban en el cuarto de arriba durante horas. El agitado mundo del peronismo podía girar en torno de cada instrucción suya, pero ellos dos eran lo único que tenía a su lado. Eran su familia. Durante un par de días Perón soportaba el suplicio de aquellas cenas silenciosas, pero luego capitulaba y le pedía a Rosario, la mucama, que llamara a Isabelita para que lo acompañara a ver alguna película en la tele. Ella se tomaba su tiempo, pero bajaba”.

Lecturas recomendadas sobre este tema: “El último Perón. Testimonio de su médico y amigo”. Jorge Taiana (padre). “Los últimos días de Perón. Un documento histórico”. Enrique Pavón Pereyra. “Los últimos días del General: la muerte de Perón”. Entrevista de Ernesto Castrillón y Luis Casabal a Carlos Seara, La Nación, 16 de noviembre de 2003.

27 EL ÚLTIMO GOBIERNO DE PERÓN (OCTUBRE DE 1973 – JUNIO DE 1974)

El Pacto Social y el plan de “Inflación Cero” del camarada ministro José Ber Gelbard. La destitución de los gobernadores cercanos a la Tendencia y del rector de la UBA. La introducción del cultivo de soja. Un crecimiento del PBI del 4,96 % para 1973 y del 6,64 % para 1974. El restablecimiento de la censura a toda expresión artística sospechosa de “subversión” o “pornografía”. La nacionalización de los depósitos bancarios y el comercio exterior. El pleno empleo. El otorgamiento de la Gran Cruz de la Orden del Libertador General San Martín a Licio Gelli. El salario mínimo, vital y móvil más alto de las últimas cinco décadas. El acuerdo comercial con Cuba (intentando tanto ganar un mercado virgen como quitarle un posible sostén a la guerrilla). La incubación de la Triple A. Un déficit consolidado del sector público superior al 7 % del PBI tanto en 1973 como en 1974. La retirada de los Montoneros y la Tendencia de la Plaza del 1º de mayo ("hoy resulta que algunos imberbes pretenden tener más mérito que los que lucharon durante veinte años"). El acuerdo de límites fluviales y marítimos con Uruguay. La participación de la masa salarial en el PBI más alta de las últimas cinco décadas. El Impuesto al Valor Agregado. El proyecto de una computadora nacional de Fate Electrónica (propiedad de Gelbard). Una deuda externa de 5 mil millones de dólares a diciembre de 1974 (un aumento con respecto al mismo mes de 1973 de ¡sólo diez millones de dólares!). La consulta permanente con Ricardo Balbín y la UCR. Un gran aumento de las exportaciones industriales. Los acuerdos con Paraguay y Uruguay para la construcción de las represas binacionales de Yaciretá Apipé y Salto Grande, respectivamente. La puesta en funcionamiento de la central nuclear de Atucha. El empleo informal o “en negro” en un 12 % de la fuerza laboral (hoy bordea el 40 %).

28 PERÓN: MUERTE Y FUNERAL

El jueves 6 de junio de 1974, Perón viajó a Paraguay. Lloviznó durante la recepción que le organizó el dictador Stroessner, y al regreso, Perón se sintió mal. En una reunión que por esos días sostuvo con Ricardo Balbín, le dijo al líder radical “me muero”, y se manifestó desencantado por la imposibilidad de pacificar a la Nación. El miércoles 12 habló por última vez a sus partidarios, reunidos en la Plaza de Mayo: fue el día en el que pronunció la inolvidable frase “llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino”.

El lunes 17 se le recomendó reposo absoluto: Perón padecía una infección bronquial que no remitía. El viernes 28, cuando Isabel regresó de un viaje por el exterior, el presidente seguía enfermo, y ya corrían rumores acerca de la gravedad del cuadro. Al día siguiente, Perón delegó la presidencia en su esposa, que recibió mensajes de apoyo del Congreso, la Unión Cívica Radical, la Iglesia, la CGT y los comandantes de las Fuerzas Armadas. El lunes 1º de julio, Perón amaneció descansado y de buen aspecto, pero a las 10:30 comenzó a sentirse mal. Cuando el doctor Taiana lo encontró, estaba sentado en la cama: Perón lo miró fijamente, dijo “me voy” y se desvaneció. A las 13:15 se declaró su muerte, víctima de un ataque cardíaco. El anuncio oficial por radio y TV lo hizo Isabel a las 14:05.

Pocas veces se sintió tanta tristeza en el país, y pocas veces también se sintió tanto terror ante el porvenir: Perón moría dejando tremendos problemas sin resolver, el menor de los cuales no era la camarilla a la que había decidido legar la presidencia. Casi nadie depositaba la menor confianza en la capacidad de la vicepresidenta, y menos aún, en las intenciones del verdadero poder detrás del trono, el Brujo López Rega. Lo peor de todo es que el futuro que aguardaba al país era aún peor que lo que se imaginaba entonces: una masacre, un desastre económico y social y el fin de una Argentina, la que naciera entre 1943 y 1945 y tuviera como protagonista al ilustre difunto.

Se destaca especialmente la cobertura de dos diarios. Crónica tituló en tipografía catástrofe “Murió”: no era necesario aclarar nada. Rodolfo Walsh escribió en Noticias, el órgano de los Montoneros, este texto: “Dolor. El General Perón, figura central de la política argentina de los últimos treinta años, murió ayer a las 13,15 horas. En la conciencia de millones de hombres y mujeres, la noticia tardará en volverse tolerable. Más allá de la lucha política que lo envolvió, la Argentina llora a un líder excepcional”. [Derecha: una de las fotos más recordadas del duelo por su muerte].

En la mañana del día siguiente al del fallecimiento, bajo un cielo plomizo y en medio de una impresionante y masiva manifestación de dolor, se trasladó el cuerpo de Perón a la Catedral Metropolitana, para una misa de cuerpo presente, y luego al Salón Azul del Congreso, donde recibiría el último adiós. Fue velado durante tres días y tres noches: en la mañana del jueves, su ataúd fue llevado a la Cámara de Diputados, donde se pronunciaron las oraciones fúnebres. La despedida más recordada es la de Balbín, sobre todo por la inspirada frase final: “este viejo adversario despide a un amigo”. 

FUENTES: “¡Perón, Perón, qué grande sos, mi general, cuánto valés!”, Martín De la Peña, BlogsClarín. “A 32 años de la muerte de Perón”, Hugo Presman, RodolfoWalsh.org.

29 LA PROFANACIÓN DE SU CADÁVER EN 1987

Al igual que al cuerpo de su amada Eva, el destino no le deparó un descanso plácido al cadáver de Perón. El 10 de junio de 1987, un grupo de desconocidos ingresó a su bóveda en el porteño cementerio de la Chacarita, abrió el ataúd y amputó las dos manos del cuerpo. Además, se llevó, entre otras pertenencias, una carta manuscrita con un poema que su viuda había dejado sobre el féretro. Ese poema fue cortado en tres partes, y cada una de ellas fue enviada a un dirigente peronista diferente (Saúl Ubaldini, Carlos Grosso y un allegado a Vicente Saadi), acompañada de una solicitud de un rescate de 8 millones de dólares. El anónimo llevaba una firma: "Hermes Iai y los 13". En el libro "La segunda muerte", los periodistas David Cox y Damián Nabot llegaron a la conclusión de que la profanación fue parte de un ritual esotérico destinado a perturbar el descanso eterno de Perón, llevado a cabo por encargo del ya citado Licio Gelli. Los autores deslizan que Gelli se habría sentido engañado por promesas no cumplidas de Perón, además de estar interesado en perturbar a la naciente democracia argentina: recordemos que, en ese 1987, el gobierno era ejercido por el radical Raúl Alfonsín, y el peronismo estaba en la oposición. La viuda de Perón descartaba esa hipótesis debido, según Cox y Nabot, a sus siempre cordiales relaciones con Gelli a través de López Rega, y se inclinaba por la intervención de algún sector golpista de las fuerzas armadas argentinas.

El juez que investigaba el asunto, Jaime Far Suau, murió en un extraño accidente automovilístico en noviembre de 1988. El comisario Carlos Zunino, que trabajaba con el juez Far Suau, recibió un balazo en la cabeza, pero salvó la vida. Paulino Lavagna, vigilante nocturno del cementerio de Chacarita, denunció que intentaban matarlo; poco después fue asesinado a golpes. María del Carmen Melo, una mujer que dijo haber visto a un sospechoso cerca de la tumba, también murió a golpes. El expediente judicial fue robado en julio de 2008, y el caso sigue sin resolverse.        

30 LA PICARDÍA CRIOLLA DE PERÓN, EN ALGUNAS FRASES FAMOSAS

“Con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”. “Nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”. “El hombre es bueno, pero si se lo vigila es mejor”. “Cuando tuvimos a todos los medios en contra en 1945, ganamos; cuando tuvimos a todos los medios a favor en 1955, perdimos”. (Hacia 1968): “[Hoy en Argentina] creo que debe haber un 30 por ciento de radicales, un 30 por ciento de conservadores, un 25 por ciento de socialistas y un 15 por ciento de liberales. ¿Y los peronistas? Ah, bueno, peronistas son todos”.  (En 1968): “no es que hayamos sido tan buenos, sino que los que nos siguieron fueron tan malos que, a su lado, parecemos óptimos”. (Hacia 1970): "las revoluciones se hacen con tiempo o con sangre: si se hacen con sangre, se ahora tiempo; si se hacen con tiempo, se ahorra sangre". (A la juventud peronista, 1971): “voy a volver, pero me parece que para mí es demasiado tarde, y para ustedes es demasiado temprano”. (Preguntado por las presuntas intenciones del dictador Lanusse de pactar con Perón para luego proponerse él mismo como candidato a presidente, 1972): "mire, tengo más probabilidades yo de ser elegido rey de Inglaterra que Lanusse de llegar a ser presidente constitucional de la Argentina".  (Ante las dudas anteriores a su regreso, 1972): “a los 77 años de edad yo ya estoy amortizado; y aunque a nadie nos gusta la muerte, yo preferiría morir con las botas puestas antes de hacerlo tranquilamente en la cama de un hospital". (Respuesta a Francisco Manrique, 1973): “hace pocos días un señor político me escribió una carta diciéndome que, en vez de hacer una campaña para la elección, arregláramos el asunto discutiendo por televisión. Esto me hace acordar a un amigo mío que una vez me propuso un negocio de vender sándwiches de vaca y de pollo. Cuando le pregunté, cómo era eso, me contestó: un pollo, una vaca, vos ponés la vaca”.

31 LAS MÁS DESAFORTUNADAS FRASES DE PERÓN

Pronunciadas durante su primer y segundo gobierno: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”. “'Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos'”. “A la Marina la corremos con los bomberos”. “Leña... leña... Eso de la leña que ustedes aconsejan ¿por qué no empiezan ustedes a darla?”. “Aquel que, en cualquier lugar, intente alterar el orden (...) puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta, que ha de seguir todo peronista, no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten'”. “¿Alguien vio un dólar?” “En cuanto a ideología, en el Movimiento Peronista tiene que haber de todo”. A favor de los jóvenes guerrilleros (1972): 'Si yo tuviera 50 años menos, sería comprensible que anduviera ahora colocando bombas o tomando la justicia por mi propia mano”. En contra de los jóvenes guerrilleros (1974): "el reducido números de psicópatas que van quedando [será] exterminado uno a uno para el bien de la República". “Puestos a enfrentar la violencia con la violencia, tenemos más medios posibles para aplastarla. Y lo haremos a cualquier precio, porque no estamos aquí de monigotes". “Al amigo, todo; al enemigo, ni justicia”.

32 OPINIONES

“Una persona abominable y la tiranía que ejerció fue realmente monstruosa” (Jorge Luis Borges). “Un desprestigiado demagogo seminazi” (Condoleeza Rice). “Perón comete, digamos, un error: ofende a la oligarquía argentina, la humilla, le quita el teatro simbólico y algunas instituciones simbólicas; trabajó con las reservas y los recursos que tenía el país y mejoró las condiciones de vida de los trabajadores, y los obreros son muy agradecidos y Perón se convirtió en un ídolo de los trabajadores” (Fidel Castro, 2004). “Soy un profundo peronista de corazón, porque el general Juan Domingo Perón fue un soldado de América y del pueblo que compartió la misma línea que San Martín y Bolívar, entre otros" (Hugo Chávez). “Un encantador de serpientes” (Ezequiel Martínez Estrada). “Con Borges decimos que no se puede ser peronista sin ser canalla o idiota o las dos cosas” (Adolfo Bioy Casares). “Detesto con toda mi alma a los caudillos y a los hombres fuertes y, más que a ellos todavía, a sus séquitos y a las bovinas muchedumbres que encandilan” (Mario Vargas Llosa). “Perón en la Argentina es como tener una serpiente en el living de la casa(contraalmirante Jorge Palma, 1972). “Si hubiera nacido en Argentina, seguramente hubiera sido peronista, porque todo el mundo lo era” (Lula Da Silva). "La caída de Perón es la mejor noticia que he recibido después de nuestro triunfo en la guerra mundial" (Winston Churchill, 1955). “Yo amo a Perón por lo que me dio en mi niñez, en mi formación, por lo que me dio doctrinariamente” (Leonardo Favio). “Ese hijo de puta de Perón dejó... dejó... residuos" (Richard Nixon, 1971). “Yo admiro mucho a Perón y al movimiento peronista” (Rafael Correa). “Sindicalización masiva e integral del proletariado fabril y de los trabajadores asalariados en general. Democratización de las relaciones obrero-patronales en los sitios de trabajo y en las tratativas ante el Estado. Treinta y tres por ciento de aumento en la participación de los asalariados en el ingreso nacional. A eso se redujo toda la ‘revolución peronista’” (¡sic!) (Milcíades Peña, 1956). “No me respetaría a mí mismo si hoy, delante de ustedes, les dijera que a mí me gusta Juan Domingo Perón (…). La República no puede seguir viviendo extorsionada por los caprichos de un hombre que está muy próximo a que quede demostrado que no tiene mucho interés en servir a su patria, sino por el contrario, lo digo levantando la voz y haciéndome plenamente responsable de lo que digo: de lo que tiene interés es de seguir sirviéndose de la Patria, como lo hizo toda la vida”.” (Alejandro Lanusse, 1972).

33 EL JUICIO DE LOS AUTORES DE ESTA NOTA, EN MUY POCAS LÍNEAS

“Lo que Perón hizo mal, después otro lo hizo peor; lo que Perón hizo bien, nadie lo volvió a hacer, al menos en esa escala. Se lo suele criticar por sus errores más desgraciados, pero en realidad se lo abomina por sus aciertos”. [PMC]. “Amamantados a paternalismo puro, la figura de Perón no fue más que una etapa por la que debimos pasar indefectiblemente. Ahora, si pasados tantos años, todavía hoy seguimos sin destetar, eso ya no se lo podemos cargar a la cuenta de Perón. Y es más, si alguna vez fantaseamos con eso de ‘ser adultos’, eso también se lo debimos a él, nuestro mago de Oz. La novia de la madurez, la Democracia, sigue esperándonos en el altar y tiene para rato largo". [PF].

 

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