Reseña crítica: Una madre separada (Maria Bello) y su hija pre adolescente (Sophie Stuckey) viajan a visitar al padre (Sean Bean), que vive en una casona ubicada en un agreste promontorio en la Isla de Man, antiguo reducto galés del que aún queda el recuerdo de una tragedia ocurrida 60 años atrás (un grupo de aldeanos se inmoló en masa, siguiendo las tétricas órdenes de un pastor). Un rebaño de ovejas más que pastar, parecería acechar a la niña en sus excursiones por el agreste paisaje, en tanto que un pastor (Maurice Roëves) aparenta saber la verdad sobre el misterio que guarda el lugar, especialmente siendo uno de los sobrevivientes de aquella masacre de antaño. Luego de este espléndido nudo narrativo (que funciona como prólogo), el conflicto se plantea con la desaparición de la niña, previsiblemente ahogada, y la aparición inmediata de otra niña llamada Ebrill (Abigail Stone). Dado que Ebrill había fallecido décadas atrás, se percibe una especie de intercambio de ultratumba ante el que ambos progenitores reaccionan de manera opuesta: el padre con un automático y comprensible afecto hacia la nueva chica y la madre, empecinada en encontrar a su propia hija, con la certeza (por eso del 6to. sentido femenino) que nada bueno puede traer semejante recambio entre el mundo de los vivos y el de los muertos. La atmósfera de este relato fantasmagórico es lo mejor, especialmente en su primera mitad, merced a un óptimo aprovechamiento de la locación y de la plena integración de los protagonistas con el medio ambiente. La recreación de los sucesos del pasado está lograda, así como la inmaterial (y genuinamente humana) contienda entre padre y madre por preponderar en la atención y los afectos de la hija. La trama deja de ser tan sustanciosa a medida que aumenta el ingrediente sobrenatural y la arbitrariedad en el plano espacio-temporal de los personajes concluyendo insatisfactoriamente y opacando levemente lo que pudo haber sido una gran película. [Cinefania.com]
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