Reseña crítica: Como corresponde a todo buen thriller de misterio, hay una secuencia inicial espectacular que consiste en un automóvil que se desbarranca y al quedar uno de los pasajeros malherido (Jack Foss), el conductor (William Tannen) lo ejecuta de un balazo y se escapa. Cuando llegan dos policías motorizados, además del cadáver, encuentran unos cuantos panfletos de propaganda desperdigados, con un texto que incita a rebelarse contra la "narcotizante democracia" y enrolarse para ser uno de los nuevos líderes. Un senador (George Lessey) recurre a Cortland (Edward Ashley) para que convoque a su amigo Nick Carter (Walter Pidgeon, en su tercera y última incursión en el personaje) a Washington, donde le pide que se integre a una comisión que investiga el accionar de este grupo subversivo. De regreso a New York, en el avión privado de Cortland, Nick viaja junto a seis modelos y un famoso jugador de polo (Tom Conway) que parece tener tratos con alguna potencia extranjera. Al aterrizar en destino, Nick descubre el cadáver del jugador con una estilete en el cuello, propiedad de una de las modelos, Pat Evens (Kaaren Verne). Esto motiva a Nick a investigar el caso pero cada vez que obtiene un nuevo dato, sufre un atentado: un avión desbocado en el aeropuerto, una ráfaga de ametralladora o un atentado con una bomba de tiempo. Se trata de una red de agentes extranjeros con insospechables ramificaciones que trata por todos los medios de silenciar a Pat. Dos pintorescos detectives tratan de dar una mano a Nick, el entrañable Bartholomew (Donald Meek) y la simpática y entrometida Christine Cross (Joyce Compton) pero son atrapados por los espías cuando descubren que la fachada de su escondite era una imprenta atendida por un afable dependiente (Byron Foulger). A medida que avanza la trama, cada vez más personajes se revelan como agentes enemigos infiltrados, hasta que Nick, con su ya habitual "si me equivoco pediré disculpas", fuerza que la resolución del caso ocurra en vuelo, en el mismo avión donde ocurrió el asesinato. Como los observadores de créditos habrán notado, no está Jacques Tourneur en la cabina de mando, pero eso no es óbice para que el relato ofrezca algunas vigorosas secuencias de acción, incluyendo dignas miniaturas o retroproyecciones. Hay más (y bienvenido) protagonismo de Donald Meek aunque también más pasos de comedia romantincona o interludios con las chicas. Dos característicos como Chill Wills y el poco recordado George Watts gozan de algunos diálogos y gestos simpaticones. Los habituales villanos Frank Reicher y Lucien Prival hacen lo suyo y el guión les somete al escarmiento diez minutos antes del desenlace que, ya que lo mencionamos, no logra el clímax de las previas aventuras cartianas. Y eso tal vez se deba a que el joven y pujante Tourneur era un artista que se sentiría más a sus anchas en los thrillers psicológicos de la RKO y el ya veterano George B. Seitz se veía más confortable con las comedias de Andy Hardy para MGM. [Cinefania.com]
Calificación Cinefania.com: