Reseña crítica: En el Siglo XIX Poe y Doyle fundamentan la lógica sin fisuras que el misterio policial seguirá en lo sucesivo. A cada crimen corresponde un móvil y cada investigación se basa en una observación minuciosa, la "ciencia de la deducción" (Holmes dixit). Pero este modelo admite algunas variaciones que, no por poco numerosas, deberían ser consideradas como algo más que excepciones. Nos referimos a misterios cuya génesis, desarrollo y resolución se operan con medios opuestos a la lógica detectivesca anglosajona, incurriendo en episodios a veces, más que realistas, surrealistas o bien pasos de comedia que bordean el cinismo o el grotesco... Respaldada en algunos precedentes literarios (varios cuentos Borgeanos ejemplifican tal vertiente así como el caso de "Triste, Solitario y Final" de Osvaldo Soriano), esta película parecería encarriarse en este camino, con una violación seguida de asesinato cuya aberrante escena es enviado a supervisar el empleado de juzgado Benjamin Espósito (Ricardo Darín). El desolado marido, Morales (Pablo Rago), es llamado a declarar y se siguen los procedimientos rutinarios hasta que otro funcionario judicial (Mariano Argento) aparece con el caso resuelto. Arresta a dos obreros bolivianos que, al estar trabajando en la cuadra, se convierten automáticamente en sospechosos. Una confesión firmada bajo tortura enfurece a Espósito que, escándalo mediante, se obsesiona con el caso poniéndose a indagar por su cuenta e involucrando a su compañero Sandoval (Guillermo Francella), un dipsómano que aporta una acertada pista en la búsqueda. Aparece en escena una nueva funcionaria jerárquica, la brillante Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil), por cuyo olfato femenino terminan atrapando al supuesto asesino, un antiguo vecino de la víctima llamado Gómez (Javier Godino). Hay cambios políticos en el país y se forma una célula clandestina parapolicial para reprimir al terrorismo que es apañada por sectores del poder ejecutivo. Gómez es un tipo ideal para responder este extraño llamado de la patria y, como consecuencia, sale por una amnistía política que, inexplicablemente, también libera asesinos... Como si esto fuera poco, la trama se inicia en los años '90 con el intento de un maduro Espósito de contar la historia a través de una novela y su reunión con Irene, su amor imposible. Ella le recomienda ponerse a escribir ya mismo y como resultado tenemos el extenso flashback que larga a mediados de los '70 y que refleja toda la trama salpimentada por algunos hechos luctuosos de la historia argentina. Pero no se trata de una evocación necesariamente fidedigna, ya que asistimos a numerosos episodios que bordean la irrealidad. Desde el juzgado mismo donde trabajan los personajes a los métodos utilizados (Espósito y Sandoval deducen que el asesino es un hincha fanático del Racing Club de fútbol, así que se pasan infinidad de domingos acudiendo a las tribunas para tratar de individualizar al sospechoso... ¡entre un grupo de 10 ó 15 mil hinchas!), los incidentes de la película así como la lógica de los personajes son tan argentinos que hasta se podría decir que no son creíbles. ¿Es la historia de la película una ornamentada invención de Espósito que, como autor inexperto y ex funcionario judicial, sólo puede aspirar a narrarnos una mezcla de hechos reales y elementos inverosímiles? La impresionante técnica desplegada por el director Juan José Campanella para describir algunos episodios - por ejemplo, el memorable plano secuencia fuera y dentro del estadio de Huracán- y la polémica de su resolución -Morales siempre se manifestó en contra de la pena de muerte, pero hay cosas más crueles que eso- nos dejan como falencia el trabajo de maquillaje que no logra cumplir la aspiración de envejecer dos décadas a ciertos personajes. Así y todo, la película lanza una aceptable y subjetiva incógnita: ¿de quién es el secreto y de qué ojos? [Cinefania.com]
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