Reseña crítica: En lo profundo de la Pampa Argentina, dos hermanos (Ezequiel Rodríguez y Demián Salomón) deben enfrentarse a un caso de posesión diabólica, denominado por el vulgo como "embichado". ¿Cómo se cura un embichado? ¿Tienen cura? Y de no tenerla, ¿cómo destruirlos? ¿Qué respuesta da la ciencia o la religión ante estos casos? ¿Qué postura asumen las fuerzas del orden? ¿Y qué postura asumen los diversos "otros" de la trama, el hacendado, los desposeídos, el ciudadano de a pie y urbano y, por último, los hermanos protagónicos, que representan el punto de vista e identificación del espectador? Superstición vs escepticismo, sentido común vs ignorancia, costumbres vs pragmatismo, demonio vs demonización, el film nos enfrenta a constantes dilemas a través de un panorama en permanente mutación, lo que significa también la receta narrativa del buen folletín, que conduce al involucramiento del espectador. La trama plantea la existencia del Mal no como un demonio individualizado ni con los parámetros de la Iglesia Romana sino con los términos y alcances de la mitología campera, con sus reglas no del todo comprendidas pero respetadas por unos y otros. El Mal es una fuerza que viaja fuera del tiempo y del espacio pero que invariablemente busca encarnar. Este no es un proceso sencillo ni regido por plazos naturales. Previo a ello puede habitar la mente de los seres vivientes y adueñarse de sus voluntades, llevándoles en esos momentos a hacer daño al prójimo y a ellos mismos. Pero del lado humano de esta contienda metafísica también hay elementos de interés. Como dictan nuestros precedentes como especie, habrá discordia, rivalidad y desconfianza que provocará un frente interno que los protagonistas deben resolver para luchar contra el Mal. Enriqueciendo la historia pero sin excederla, incontables toques de grotesco: el más notorio se da con la irrupción del protagonista principal en el hogar de su expareja para buscar a sus hijos y huir del Mal. Haciendo caso a la premisa hitchcoquiana, que la presencia de niños o animales siempre opaca al resto de los personajes debilitando el suspenso, el realizador da cátedra sobre cómo plantear el problema y resolverlo de manera terminante. De esta manera, niños (incluyendo uno con autismo), animales domésticos y abuelas aportan una agradecida dosis de humor negro, bordeando la corrección política y separando aguas entre el horror auténticamente nihilista y el entretenimiento mainstream liviano y olvidable. El film se carga también la restutición de la normalidad, siguiendo así al pionero Roman Polanski con su ROSEMARY'S BABY (Arg: El bebé de Rosemary / Esp: La semilla del diablo-1967) y aporta, en el caso infantil, un rico contrapunto a ¿QUIÉN PUEDE MATAR A UN NIÑO? (1975) de Narciso Ibáñez Serrador. En este sentido CUANDO ACECHA LA MALDAD trabaja con solidez el temor definitivo, que es el enrarecimiento de lo familiar y la pérdida del Yo. Y al subvertir de muchos de los lugares tradicionales del género, por ejemplo, la asociación del mal con el ámbito urbano en vez del rural o la multiplicidad de la amenaza en vez de unificarla en uno o un número menor de personajes, crea una excelente oportunidad de estar hora cuarenta permanentemente al borde de la butaca. [Cinefania.com]
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